miércoles, 24 de junio de 2015

Desempolvando mi biblioteca

Desde que era una niña uno de mis días favoritos era cuando iba a recoger los libros de texto a la papelería del barrio. Ese día era todo un acontecimiento. ¡Tocaba forrar los libros! Mi padre y yo nos poníamos manos a la obra para dejar los libros del nuevo curso impolutos y sin ¡una sola pompa! Porque sí amigos, lo hacíamos con papel adhesivo. Mis libros eran los más chulos del cole.


Bueno a lo que iba, ah! Sí en mi día favorito. Pues bien no solo por este motivo me encantaba ese día sino, porque desde que tengo uso de razón me encanta el olor que desprenden los libros. Siii ya seeé pensareis que estoy un poco pirada, pero no. A quienes de verdad les gusta leer y los libros me darán la razón y me entenderán. Los libros desprenden un olor característico que engancha, hipnotiza, y pienso que debe segregar alguna sustancia en nuestro cerebro porque cuando a un libro le tenemos cariño pasa a formar parte de esa biblioteca privada en tu corazón.  Y aquí es donde quiero llegar, a esa biblioteca que marca nuestra vida, como una especie de banda sonora pero literaria…

No sé cuántos libros habré leído en toda mi vida, pero muchos y en los últimos años más aún.  En mis estanterías hay infinidad de libros, no tantos como me gustaría, pero entre todos quiero empezar por los que marcaron, sobre todo, mi adolescencia. Es en esta época de mi vida donde empiezo a leer como obligación, pero acaba siendo mi vía de escape, mi forma de evadirme del mundo. Y digo lo de lectura obligatoria porque es en el instituto donde comienzan a mandarnos esas lecturas obligatorias de las que después o te examinas o tenías que hacer un trabajo para demostrar que lo habías leído.

Recuerdo que fue en el primer trimestre de mi primer año de instituto en el que nos mandaron leer Rebeldes de Susan E. Hinton. Este libro me gustó tanto que ese trimestre me lo leí unas cuatro veces. Iba a la biblioteca del instituto cada 15 días a devolverlo para volverlo a sacar. Y ese verano, mi padre, un día me dijo que lo acompañara a dar un paseo y acabamos en la papelería de mi barrio, yo creí que íbamos a recoger el crucigrama que encargaba para él todas las semanas pero no. Cuando llegamos me dijo: ¿Cómo se llama ese libro que te gusta tanto y no paras de sacar de la biblioteca? Yo no me lo podía creer me iba a comprar el libro. Desde ese verano de 1999 hasta hoy lo he leído tantas veces que hasta he perdido la cuenta de la veces lo he leído.


Luego, durante los siguientes años de instituto, leí uno de mis libros favoritos El diario de Ana Frank, me impactó muchísimo y no solo por la historia que narra sino porque quien lo cuenta es ella en primera persona. Y éste también fue sacado de la biblioteca muchas veces, en esos años era consumidora habitual de la biblioteca pública de mi ciudad. El libro me lo acabé comprando yo en una librería en Berlín un 22 de marzo de 2007, tenía 21 años. Ah por supuesto la anécdota es que aunque me lo comprara en Berlín, está en español.


Entre los 15 y los 16 años me dio por la poesía, bueno en realidad me dio por Pablo Neruda y sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Me pasaba el día leyendo sus poemas pero claro está que tenía mi favorito… el poema número veinte.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noches.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, mas inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como el pasto al rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque ésta sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Bonito eh, pues este poema junto con el número quince eran mis favoritos, pero éste se llevaba la palma. Durante esos años me presentaba voluntaria para leer este poema y algún otro relato durante la semana del libro en el instituto. 


Cuando estaba en cuarto de la ESO después del viaje de estudios, un 24 de abril de 2002, un profesor de lengua castellana y literatura me regaló este libro de Pablo Neruda. Lo recuerdo con especial cariño. No solo porque me regalara precisamente éste libro, sino porque él si quiera me daba clases . Haber voy a explicarlo, éste profesor daba clases a otros grupos de cuarto pero no a mí, esa primavera todos los alumnos de 4ª nos fuimos de viaje de estudios junto con tres profes y él era uno de los que viajaba con nosotros. Durante ese viaje hablamos muchísimo sobre poesía, a mí me fascinaba la forma que tenía de transmitir lo que significaba la poesía. Yo sabía por otros alumnos que él tenía por costumbre leer una poesía todos los lunes antes de comenzar su clase, y yo me moría de envidia por no estar entre sus alumnas. Esa el profe favorito de todos sus alumnos y un día no sé por qué me paró por los pasillo y me dio el libro de Neruda. Era la primera vez que me regalaban un libro sin ser mi cumpleaños y alguien ajeno a mi familia o amigos. Nunca supe por qué lo hizo, siempre he creído que porque vio en mí potencial o a alguien que fuera capaz de apreciar ese libro. Quiero decir que entre los alumnos del instituto pocos había a los que les gustara leer por afición y menos aún leer poesía, así que…

Al poco tiempo ese profesor se fue a dar clases fuera de la ciudad y le perdí la pista hasta que un día apareció en el instituto, dos años después, para presentar un libro de “Antología de poesía  española contemporánea para jóvenes “que había publicado. Era un recopilatorio de las poesías que él mismo había leído cada lunes a sus alumnos durante años curso tras curso y, como no, se titula: Los lunes, poesía. Éste libro me lo acabé comprando en una famosa librería de Málaga.


Hoy por hoy, la vida ha dado muchas vueltas y este profesor no sé dónde andará, pero esté donde esté gracias por haber ayudado a que mis estanterías estén un poco más llenas y a tenerle este inmenso cariño que le tengo a la poesía.

Y éstos son los cuatro libros que marcaron mi adolescencia, claro que hubieron muchos más pero ésos fueron especiales, ya no solo por su contenido sino por lo que significaron esas historias en mi vida, lo que me hicieron sentir cuando los leía. No sé si alguno de vosotros tiene algún libro que sea especial o que conservéis con cariño, yo sí. Así que ya sabéis llega el verano y lo mejor para estas fechas es relax, solecito con protección y moderación, piscinita o playa, bikini y ¡¡un buen libro!! 


3 comentarios:

  1. Recuerdo con cariño Rebeldes me encanto! Y al Profe d lengua. M encanta leer!!!

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  2. Yo no soy de leer mucho pero ese profesor era un tío fantástico tanto como profesor como persona , yo si tuve la suerte de que me diese clase y era muy grande

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